jueves, 4 de agosto de 2011

Gobierno pobre

La pobreza en México ha crecido en forma sostenida en lo que va del sexenio de Felipe Calderón. Esa tendría que ser la primera conclusión que debiera ser asumida sin rodeos. Esa es la realidad que retratan los datos dados a conocer por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

Tampoco deben resultarnos sorprendentes, ya hace algunas semanas, a través de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos, se venía perfilando esta terrible situación. Hoy sabemos ya sin lugar a dudas, que 13 millones de mexicanos cayeron en sus niveles de bienestar hasta situarse en los niveles de pobreza total.
 
De acuerdo con datos del Coneval, la pobreza patrimonial, (es decir aquellos que tienen insuficiencia para adquirir la canasta básica y tampoco están en condiciones de pagar servicios como salud, educación, vestido y vivienda), pasó en lo que va de este sexenio de 44.7 millones de mexicanos en 2006, a 50.6 millones en 2008, y a 57.7 millones en 2010.

Dicho de otra forma, si en el inicio del gobierno calderonista 42.6 por ciento de la población se encontraba en situación de pobreza patrimonial, esa proporción creció hasta 51.3 por ciento en 2010.

Esos son los datos que retratan una realidad lacerante. Y eso si damos por buenos las cifras del Coneval, pues ya diversos investigadores y centros académicos han venido cuestionando tanto los criterios y los sistemas de medición empleados por esta dependencia. Sin el ánimo de ser catastrofistas pero algunos cálculos independientes son mucho más alarmantes.

Pero incluso si damos por buenos los números del Coneval, hoy sabemos que hay una mayoría de pobres en el país. Que sumados los años de este sexenio al anterior, nos arrojan una década perdida para el desarrollo social y el bienestar de la población mexicana.

Ni los enormes recursos inyectados a gastos de difusión, promovidos desde el Gobierno Federal, para proyectar un falso optimismo, de un país para vivir mejor (como reza la reciente publicidad de Presidencia), pueden evitar reconocer, tanto el estancamiento de millones de mexicanos que en diez años no han podido concretar sus aspiraciones más elementales; como otros tantos millones, que simplemente han visto degradados sus niveles de vida hasta límites francamente desoladores.

Ahora bien es indispensable señalar que esta década de fracaso en materia económica, no solo supone una pérdida masiva de esperanzas personales, se convierte a su vez en materia fértil que abona peligrosamente la descomposición social y política.

Tiene que ser inevitable sumar a la reflexión de este empobrecimiento nacional, la necesidad de llevar a cabo un contraste, entre este crecimiento de las carencias económicas y sus secuelas sociales (en estos diez años), con el incremento de la violencia delictiva.

No se trata de que una situación explique a la otra, pero sí de que son realidades que deben ser ponderadas y explicadas en las imbricaciones posibles. Mucha de la actual incapacidad gubernamental, se explica en la carencia de diagnósticos integrales y eficientes.

Ante la magnitud de esta catástrofe que confirma el Coneval, resulta decepcionante el discurso gubernamental; pues aunque puede entenderse que el Presidente Calderón y su gabinete intenten una defensa, esta no puede sostenerse en evadir las responsabilidades e intentar repartir culpas, como si ellos no fueran las autoridades federales, el gobierno legal y constitucionalmente facultado para estar al frente del país.

Todavía más patético es escuchar algunos tonos triunfalistas por parte de funcionarios federales, quienes intentan interpretar los datos, asegurando que se obtuvieron logros como evitar el crecimiento exponencial de la pobreza extrema (es decir los pobres de los pobres), o que hubo una mejora en los indicadores de servicios.

Está claro que en muchos sectores del gobierno federal, el tema les ocupa por sus repercusiones político-electorales. Por eso se apresuran en las declaraciones, por eso pretenden no asumir sus responsabilidades. La pobreza de millones de mexicanos no es su tema.

Si al menos se contará con un gobierno éticamente responsable, que no estuviera carcomido por la rapacería de la mayoría de sus funcionarios, ni obsesionado por las elecciones presidenciales próximas, este informe del Coneval, y todos los sólidos estudios sociológicos y estadísticos que conocemos, deberían ser, en este momento, materia de reflexión y estudio para que al menos en esta última etapa, el Gobierno Federal se comportará como tal, redefiniera prioridades y pensará en el país.

Pero eso es demasiado pedirle a un gobierno pobre, categóricamente más que pobre: miserable.

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